I
Habitar negando el hábitat. Tornarlo constantemente un espacio intoxicado reciclado en explicaciones que son su propio vicio. Un niño, que tiene todas las edades, camina por el cordón de la vereda. Mira al suelo en busca de monedas pero ni siquiera se ve los pies. La vista es el último de los lujos y él lo sabe; sobre él hay sombras de gigantes que obvian a su paso la escena. La puesta en escena de Constitución, por caso. Espectáculo en un gran escenario que ni el más idóneo de los escenógrafos podría emular. Gusanos de metal vomitan trabajadores con la misma exactitud cada mañana; tortas de harina huelen a gualicho, ofrendas al xenófobo transeúnte que se debate entre aceptarlas o apostatar en un brauni[1]. Hombres y mujeres se rozan el suéter en un paso acelerado, intuyendo, tímidamente, que eso debe ser la piel. Escape libre es el nombre de la banda de sonido y también, bocina. Explota un tetrabric[2] abandonado y la vieja se inquieta, ahora entiende los buenos servicios que el uocman[3] le ofrece a su nieto. El niño cree haber hallado una moneda; pobre tonto, los cospeles devinieron tarjetitas que se doblan, se mojan, se reciclan. No le importa, el pegamento hace que cualquier moneda sea una moneda. Ficción dentro de la ficción. Desde la platea le gritan tonto, tonto, no te drogues, no te niegues, sé vos mismo. Habitar negando el hábitat. Tornarlo constantemente un espacio intoxicado reciclado en explicaciones que son su propio vicio.
II
En nombre de la civilización y de la época, no se puede estar solo. La soledad es índice de un inadecuado manejo de las emociones, una disponibilidad a la socialización deficiente y siempre, motivo de sospecha. Por eso los dispositivos: el de la familia primero, un sitio seguro donde estar cerca, tan cerca, que sea un asco sentirse tan lejos. Congregarse, pertenecer, gustar. El fin último de la vida social es realizarse en la sociedad y esto, traducido a 2003, es tener las suficientes credenciales de pertenencia a unos grupos que le den identidad a una. Se es, ante todo, asociado, suscriptor, usuario, consumidor, abonado. Tantas cosas simultáneamente que la transversalidad es la esencia; al fin no estamos atravesados, somos esto atravesado; tan múltiplemente interpelados que devenimos porciones de nosotros mismos. Somos reclamados en pedazos[4] y repartidos casi como botín. Vivimos todas esas vidas simultáneamente y, por un milagro que no puede explicarse, como suele ocurrir con los milagros, no nos desarmamos en el trayecto.
ALPLAX: ANTIDEPRESIVO. AGENTE ANTIPÁNICO.
La soledad aparece irrealizable. Lo más cercano que puede vivirse como experiencia es el aislamiento. Como Kafka que fantasea a ser Samsa: bicho raro aislado. Esto, siempre que se esté sano y que se sea lo suficientemente convincente para demostrarlo. El aislamiento del genio, del intelectual, del artista, es soportado en tanto produzca. Es una soledad justificada y romántica. Los otros, en cambio, aquellos que no producen ninguna genialidad, son aislados en sitios menos felices que el cuarto de Samsa.
OXADISTEN: ANTIINFLAMATORIO. ANALGÉSICO. MIORELAJANTE.
Pero habría que decir: solo y rodeado[5]. Acaso el mayor de los efectos especiales: la soledad concurrida. Gente que se siente sola. Dos opciones: ir al sicólogo para restablecer el vinculo entre el Yo y el entorno, entendiendo que el entorno sólo es a partir del Yo y que es éste y ningún otro quien lo genera, o asistir a grupos donde otras personas sienten lo mismo. En cualquiera de los dos casos se trata de hablar sobre los sentimientos. Encontrarles una explicación. Dar con el problema. Siempre dentro de una misma lógica: sentirse solo es índice de un conflicto. Nada se dice sobre un modo de vivir y habitar que no puede ser de otro modo que sintiéndose en soledad, tan característico como el exceso de movimiento, de rapidez y fugacidad de las cosas, o cualquier otro gesto. Unos se sienten solos, otros están solos, pero todos, seguro, rodeados.
RIVOTRIL: ANSIOLITICO. ANTICONVULSIVANTE.
III
Habitar negando el hábitat. Tornarlo constantemente un espacio intoxicado... El niño piensa qué bueno que existiera un juego, cualquier juego, en el que no importaran los puntos. En el que el placer de jugar fuera el juego en sí mismo. Mientras trata de imaginarlo un señor que no posee más casa que su propio cuerpo, vomita la comida que no comió. El niño se corre para no salpicarse justo cuando de la platea, un hombre bien peinado, toma la palabra. El iluminado opina que los niños deben jugar y no vivir esa vida que él lleva. El resto de la platea aplaude y conviene en organizarse para tratar el tema, otro día, no hoy, que justo juega Boca (ya se sabe que los iluminados tienen derecho al esparcimiento también). Si al fin él juega a que es un niño, juega a que es un hombre, juega a que tiene cama. Cómo no habría de existir un juego en el que no contaran los puntos.
Habitar, y en el mismo gesto, negar el hábitat.
Esther Julio de 2003
[1] Brownie: porción de bizcochuelo de manteca.
[2] Tetra Brik: Envase de cartón para soportar líquidos.
[3] Walkman: aparato para reproducir sonidos y escuchar con auriculares.
[4] En pocas circunstancias somos reclamados íntegramente (habría que preguntarse si es eso posible). El modo de vida que asumimos como habitantes de la ciudad no contempla más que la exposición de cierta apariencia. Apariencia que en cada ámbito se desenvuelve convenientemente a él. De modo que cada uno de ellos nos demanda sólo una parte. La idea de rol ya ni siquiera es adecuada, porque para desempañar un rol aquí, y otro allí, es necesario el compromiso de más de una parte. Esta afición tupacamariana que vivimos, en cambio, no requiere más que la intervención de uno de los programas o aspectos que poseemos: basta con la actitud adecuada a cada situación. Piénsese en la medicina, ciencia que supone la consideración del cuerpo, en su funcionamiento, al menos, como un todo. En la práctica la salud no es una unidad. El buen funcionamiento de cierto órgano pone en riesgo la salud de otro. Se trata en todo caso de privilegiar de qué parte del cuerpo se desea sentirse mejor. Aliviar una jaqueca puede ser nocivo para el estómago. Y este cuerpo es el mismo que genera entornos, a su vez, incompatibles con su propia corporalidad.
Pero este ser reclamados en pedazos es consecuencia y causa de la multiplicidad de opciones que nos atraviesan. Tantas, que el sentido está puesto no en lo que se escoja, sino en el acto mismo de escoger. No importa si se vive en el gimnasio o en los bares, importa que se vive de algún modo, que se elige algún modo. No se trata tampoco de ser algo. Se trata de estar atento a todas las opciones posibles que cada momento ofrece a fin de escoger. Sometidos a ser libres: la libertad que supone la elección se convierte en sojuzgamiento. Y en eso nos hemos perfeccionado, en tener un menú tan amplio, que elegir requiera un estudio de mercado. Aunque la comida sepa bastante parecida y entre platos no haya mayor diferencia que la distinción de sus nombres.
[5] Rodeado es una palabra compleja. Estar rodeado requiere aclaración de contexto aunque la propia palabra rededor, signifique contorno o contexto. Estar rodeado de afectos puede ser deseable; estar rodeado en un secuestro siendo el secuestrador, puede no serlo. Pero con independencia de la buena o mala fortuna del rodeo, éste implica siempre un cerco que se compone de más de uno. No se está rodeado de uno solo sino de muchos o varios. Eso que rodea no se puede penetrar, tiene la forma y el límite de aquello que es rodeado. Del mismo modo, quienes rodean no pueden penetrar al que es rodeado: su naturaleza es la de ser alrededor o en rededor, es decir, cerca, próximo, y por ello, en otro lugar que no es el del rodeado. Si el rodeado no puede penetrar aquello que lo rodea, ni aquello que rodea mezclarse con su rodeado, tenemos que la soledad es, al fin, la condición propia del ser humano. Se puede estar junto a, rodeado de, pero jamás en. Tal vez por eso el acto sexual sea la más maravillosa de las suspensiones: se es en el otro como si uno solo. Y hay ahí una pista: la soledad es condición, pero el cuerpo está dispuesto siempre a atravesar el cerco. No estamos atrapados en la carne, antes bien, es la única posibilidad de dejar de estar atrapados. Gustar, oler, ver, oír y tocar.