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Reparar

Reparar en las cosas es tal vez uno de los gestos más humanos que pueden ocurrirnos. Ese instante en que damos cuenta de las arrugas al lado de los ojos, que escuchamos a nuestro padre repitiendo la misma anécdota, que miramos la biblioteca atestada de libros sin acomodar. Esos momentos que no hacen otra cosa que marcar el tiempo. No ocurre todos los días, por eso los instantes en que reparamos nos detienen el corazón un rato y también la vista. Ese señor que amanece al lado, ese deporte que ya se practica solo casi sin nosotros, esa charla gastada con el mismo amigo, esa esperanza reiterada… Sin embargo ninguno de estos reparares es tan complejo ni tan profundo como el de reparar en el acto rutinario, en ese itinerario desprovisto de juicio, ese puro acto mecánico. Poner la pava y ni preguntarse si a esa mañana en vez de té no le iba mejor un licuado. Propone Ortega y Gasset que siempre hay posibilidad de elección que aun el esclavo puede elegir: obedecer o morir. Nuestras elecciones parecieran más sencillas que la vida o la muerte… pero no dudo que reparar en la primera, considerar sus ofertas diarias con mayor respeto y solemnidad, puede ser un excelente elixir contra la segunda y su empleado destacado: el tiempo.

Esther Febrero 2006

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